Testimonios de hermanas

En esta pestaña podrás leer varios testimonios de hermanas oblatas que responden a la pregunta: ¿Por qué soy oblata?

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TERE CÁRDENES

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Soy Tere Cárdenes (desde pequeña y en los primeros años de Oblata, conocida por Teresita, canaria).

Acariciada por la brisa del mar, en Tejeda – Gran Canaria, arropada por mis padres y 10 hermanos, bajo la sombra del Nublo, y como el almendro en flor me fui abriendo a la vida.

Crecí en la fe, bajo la mirada atenta de mis padres y la Virgen del Socorro; aprendí lo que es compartir, rezar, cantar, trabajar, amar la vida y las costumbres, buscar la leche ir a la escuela, cuidar a los pequeños, la catequesis y de dos en dos, porque éramos 8 hermanas y dos hermanos. Vivimos, de verdad, una infancia feliz.

Aparecieron por el pueblo dos Oblatas que aún hoy viven, a pedir para las niñas necesitadas y que no tenían familia… (Vana a esa casa que hay muchas niñas)

Fue la primera invitación del Dios de la vida a seguirle, percibí su llamada y creció el deseo de ser oblata.

A lo largo de los años, he encontrado y vivido personas, experiencias, acontecimientos, mujeres, el encuentro con la Palabra, las Comunidades por donde he podido vivir y compartir, la fraternidad, el dolor, el diálogo y la relación, el trabajo y el estudio, todo lo que me ayudó a crecer y saborear lo bello que este Dios me ha regalado a través de mi existencia.

Hoy, este Jesús que me sigue sosteniendo cada día, que es mi consuelo, mi fortaleza, que me lanza a vivir el momento con alegría y disponibilidad. Puedo decir que, vivo feliz.

 

CARMEN REY

Porque en mi juventud, 18-20 años, diferentes testimonios misioneros me hicieron sentir una llamada interior a la evangelización.

Porque al reflexionar, pedir ayuda a personas significativas me pepararon para tomar una decisión.

Porque había leído del P. Serra y Salvado en las misiones en Australia, que me llegó al alma.

Porque al determinarme a hacer una experiencia, las hermanas que me acompañaron me consideraron idónea y yo les creí.

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Porque en el postulantado, noviciado, la maestra me enseñó a orar en profundidad y a saborear la vida interior.

Porque los formadores que venían de afuera me confirmaron que tenía vocación.

 Porque después de profesa sufrí las crisis normales de crecimiento, los límites, los….,  y tuve fe en el primer amor.

Porque hoy me sigue llamando el Dios de la vida a la fraternidad, a la vida contemplativa a la evangelización de los pobres y, entre ellos, a la mujer víctima.